CONCEPTO DE DUELO
Etimológicamente,
el término duelo significa“dolor” (dolus) y, también, “desafío o combate
entre
dos”.
Según
el DSM IV –TR El duelo es una reacción a la muerte de una persona querida acompañada por síntomas característicos de un episodio de depresión mayor , los
cuales son considerados como normal; es decir, el duelo no es un trastorno
mental aunque el DSM-IV lo clasifica en la categoría diagnóstica de trastornos
adicionales que pueden requerir atención clínica, y la CIE 10 clasifica dentro
de los trastornos adaptativos, sólo a las reacciones de duelo que se consideren
anormales por sus manifestaciones o contenidos.
El
concepto de duelo implica todo un proceso dinámico complejo que involucra a la
personalidad total del individuo y abarca, de un modo consciente o
inconsciente, todas las funciones del “yo”, sus actitudes, defensas y, en
particular, las relaciones con los demás; es una experiencia global, que afecta
a la persona en su totalidad: en sus aspectos psicológicos, emotivos, mentales,
sociales, físicos y espirituales.
La
duración
del
duelo
es
siempre
variable
y
depende
de
distintos
factores, después de
la
pérdida,
algunas
personas,
continúan
experimentando
sentimientos
de duelo
durante
un
periodo
aún
más
largo.
Este
largo
proceso
no
se
considerará anormal,
a
no
ser
que
sea
de
tal
intensidad
que
le
impida
al
superviviente
adaptarse,
reorganizando
su
vida
y
reintegrándose
al
mundo
real.
FASES DEL PROCESO DE DUELO.
Se
pueden distinguir 4 etapas dinámicas:
FASE
|
TIEMPO DE DURACIÓN
|
CARACTERÍSTICAS
|
FASE I.
Impacto,
perplejidad, shock.
|
Puede durar desde
minutos, días y hasta 6 meses.
|
Se inicia cuando nos enfrentamos a la
noticia de la muerte. Se caracteriza por incredulidad ante lo que ha
sucedido, confusión, embotamiento emocional,
conducta semiautomática. El doliente se
desmorona en cuanto se da cuenta de la realidad. Es un escape natural
y temporal que amortigua el impacto
inmediato y ayuda a asimilar la terrible realidad. Aparecen pensamientos
obsesivos (sólo se piensa en la pérdida). Sentimientos de inseguridad,
desesperación, búsqueda de la persona fallecida, desolación y llanto.
|
FASE II. Rabia y
Culpa.
|
Varias
semanas y hasta 1 año.
|
Aparece
el sentido de culpa, una gran angustia acompañada de un fuerte autorreproche y un juicio severo contra sí,
la persona considera que no hizo lo
suficiente, que quizás pudo evitar esa muerte pero no hizo nada.
Aparece un desprecio y auto
denigración.
De
forma esquemática sería así: Pérdida del ser querido + intenso dolor + culpa
(angustia + rebaja del sentimiento de
sí).
Durante
esta etapa hay una notable desorganización emocional, constante
sensación de estar al borde de una
crisis nerviosa y perder la cordura.
Aparece
también la cólera y rabia, no entendemos porque se ha tenido que morir.
La
depresión conlleva un sentimiento de desolación y una disminución de la autoestima.
Síntomas
más recurrentes: alteraciones del apetito, insomnio, miedo a enfermar, aislamiento social, etc..
|
FASE III. Desorganización del Mundo, Desesperación
y Retraimiento.
|
Puede durar hasta 2 años.
|
El doliente se siente sin fuerzas, débil e
incapaz de afrontar nuevas situaciones
y decisiones. Se intensifica la pena y llanto. Busca el aislamiento (prefiere descansar y estar
sola) Quiere tomarse su tiempo para vivir su
duelo, se resiste a darlo por acabado.
“El doliente debe abrirse a nuevas
relaciones, pero no le apetece y le cuesta”
Síntomas físicos como falta de apetito,
trastornos del sueño, falta de energía, no
interés sexual, ...
|
FASE IV. Afirmación de la realidad y Recuperación.
|
2
años, después de 2 años.
|
Se
va abriendo paso la esperanza. Se toma conciencia de la pérdida, se acepta
el vacío y se afronta la dura
realidad. Sus características son la reconstrucción de la forma de ser, se retoma el control de la propia
vida, abandono de roles anteriores, la búsqueda de un significado.
Es
bueno tener la calidez, la ayuda y el afecto de los que le rodean, buscar
otras relaciones, trabajos o hobbies
que den un sentido a la vida. Así recupera su nivel normal de autoestima.
|
Se
tiene que tomar en cuenta que no todas las personas pasan por estas fases ni en
el mismo orden.
Cuando
ya se ha aceptado la pérdida y el recordar no causa dolor podemos hablar
de elaboración del duelo. El expresar
abiertamente la pena y el dolor que se siente es algo natural y deseable, y supone una buena salida
psicológica en términos de la elaboración
del duelo.
DUELO PATOLÓGICO
Ramsay
(1977) han definido el duelo patológico como un estado de estrés postraumático
con evitación de estímulos internos y externos que puedan recordar la pérdida.
El sujeto mantendría un esquema cognitivo ligado a la relevancia de la persona
pérdida y errores cognitivos (maximización de recuerdos negativos y
minimización de recuerdos positivos; visión catastrófica sobre lo mal que se
pasa al recordar al difunto, y culpa por haberse conducido/o haber dejado de
realizar ciertas tareas hacia el difunto; e incluso culpa por haber
experimentado ciertos sentimientos negativos hacia el difunto, en vida).
El
duelo patológico o anormal puede adoptar diversas formas, que van desde la ausencia
o el retraso en su aparición, hasta el duelo excesivamente intenso y duradero,
pasando por el duelo asociado a ideaciones suicidas o con síntomas claramente
psicóticos. La
diferencia
entre
un
duelo
normal
y
uno
patológico
estriba
básicamente en
la
intensidad
y
duración
de
las reacciones emocionales.
En
el duelo patológico las tareas del proceso no han sido vividas y finalizadas.
Se suele caracterizar por una serie de
manifestaciones:
Revivir
experiencias pasadas con poca o ninguna reducción de la aflicción.
- Exacerbación de respuestas somáticas o psicosomáticas.
- Expresión de sufrimiento o negación de la pérdida.
- Expresión de culpa, cólera, tristeza o llanto.
- Alteración del sueño o de los hábitos alimentarios.
- Ausencia de contactos sociales.
Abengózar
y
Zacarés
mencionan que se consideran duelos
patológicos los siguientes:
ü Duelo
reprimido: El
sujeto
no
se
aflige
por
la
pérdida
e
incluso
a
veces
se
vanagloria
de
su
autocontrol, como
si
rehusara
sentir
dolor
por
el
fallecimiento de
un
ser
querido.
Sin
embargo, aunque no manifiesta sus emociones, como suele
ser
habitual
en
el
duelo
normal,
presenta
diversos
síntomas
físicos, producto de
su
represión,
como
jaquecas,
trastornos
gastrointestinales,
etc.
ü Duelo
aplazado: El
sujeto
no
exterioriza
ningún
tipo
de
sentimiento
relativo
a
su
pérdida, pero al
cabo
de
cierto
tiempo, con motivo
de
una
pérdida
diferente
e incluso menos importante, reacciona con manifestaciones de aflicción bastante exageradas, que están movidas realmente por la primera pérdida,
ü Duelo
crónico.
El
sujeto
manifiesta
un
duelo
intenso,
durante
un
tiempo más
Prolongado
de
lo
que
se
considera
normal.
La
aflicción
es
tal,
que
no
le
permite reorganizar
su
vida.
Es
posible
que
se
combine
con
la “momificación”, que
consiste
en
dejar
las
cosas
del
difunto
tal
y
como
estaban
cuando vivía. También
puede aparecer la "conmemoración" hacer algún tipo de homenaje o ritual diario en relación con el difunto.
ü Idealización.
El
sujeto
recuerda
únicamente
las
características
positivas del difunto y, a veces, establece
comparaciones
continuas
entre
aquél
y
otras
personas, saliendo
éstas
siempre
en
desventaja
de
esta
confrontación.
Esta
desvalorización
de
toda
persona, distinta del fallecido puede acarrear serios problemas en las
relaciones
con
ellas, e
impedir
que
el
superviviente
entable
otras relaciones,
porque
piensa
que
la
“perfección”
sólo
se
alcanza
una
vez.
ü Identificación.
El
sujeto
manifiesta
comportamientos,
síntomas,
actitudes,
calcadas
a
las
del
difunto, como
si
así
pretendiera
mantenerlo
“vivo”.
ü Euforia.
Este
es
el
menos
frecuente.
Se
pueden
presentar
en
dos
maneras diferentes:
en
la
primera
de
ellas,
la
euforia
va
acompañada
de
un
no reconocimiento
de
que
la pérdida
ha
ocurrido
de
hecho,
así
como
de
sentimientos
persistentes de que
el
difunto
se
halla
presente.
En
la
segunda
modalidad,
se
acepta
la
muerte
como
gratificante
para
el
que
ha
vivido
la
pérdida.
Si
la
idealización
o
la
identificación
con
el
difunto
es
leve, pasajera
y
no
impide
al
superviviente
reorganizar
su
vida,
pueden
ser
parte
de
un
duelo
normal.
La
presencia
de
alucinaciones
aisladas
no
debe
considerarse
patológica ya
que
resultan
relativamente
frecuentes, especialmente
en
ancianos, en
este
sentido, estudios han revelado
que
el
82%
de
las
personas
viudas ancianas experimentaban, durante el primer mes,
ilusiones
de
presencia
del
difunto
o alucinaciones
visuales,
auditivas
o
táctiles.
PAUTAS DIAGNÓSTICAS DEL DUELO
PATOLÓGICO
La descripción más precisa de lo que constituye una definición de duelo, se encuentra en la obra Duelo y melancolía de S. Freud (1917). Se reconoce que su descripción clínica es muy precisa. Freud, destaca como las características propias del duelo:
ü Reacción a la pérdida de un ser amado
o de una abstracción equivalente (la patria, la libertad, el ideal, etc).
ü
El duelo es un afecto normal paralelo a la melancolía (depresión); excepto en una característica: en el duelo no está afectado el "amor propio" (autoestima).
El duelo es un afecto normal paralelo a la melancolía (depresión); excepto en una característica: en el duelo no está afectado el "amor propio" (autoestima).
ü Conlleva la convicción del sujeto de
ser castigado por una culpa cometida por el.
Lo
anterior constituiría las características de un duelo normal. El duelo
patológico, además, tendría las siguientes características:
Estado
de estrés y depresión que persiste tras un año de la pérdida (la mayoría de las
veces referidas a un ser querido). Tras un año de la pérdida el sujeto manifestaría:
§ Estado de ánimo depresivo.
§ Recuerdos intrusivos referentes a las
circunstancias de la pérdida, o sueños recurrentes respecto a la persona
perdida.
§ Reacciones de estrés (insomnio,
ansiedad..etc).
MODELO COGNITIVO DEL DUELO PATOLÓGICO DE
BOWLBY
El modelo de Bowlby (1980) referente al duelo patológico consta de tres grupos de variables esenciales:
Con respecto a las características personales, Bowlby destaca que hay tres grupos de personas vulnerables a desarrollar duelos patológicos:
1. Aquellas que establecen relaciones afectivas cargadas de ansiedad y ambivalencia (apego ansioso).
2. Aquellas
que establecen sus relaciones afectivas a través de cuidar compulsivamente a
otros.
3. Aquellas
que afirman de modo compulsivo, su autosuficiencia e independencia respecto a
los vínculos afectivos.
Estos tres grupos de personas ante la pérdida del ser querido reaccionan con culpa y autocríticas por el suceso; reacción prolongada que produciría el duelo patológico. Estas personas desarrollaron en su infancia una peculiar manera de vincularse a sus cuidadores, debido a determinadas experiencias. Así, las personas con un apego ansioso tuvieron experiencias con sus padres (o sustitutos) donde estos le amenazaban con el abandono o suicidio, o bien con amenazas más sutiles como la retirada de afecto si no cumplían sus exigencias, o bien le referían lo detestable que era el sujeto para sus padres y lo que les hacía sufrir. En cambio las personas predispuestas a prodigar cuidados compulsivos, tuvieron experiencias por parte de sus padres en el sentido de que estos le hacían sentir responsables de su enfermedad (padres enfermos reales, o hipocondriacos) o bien de inducirles la obligación de cuidarlos, o ambos aspectos conjuntamente. Por último las personas predispuestas a mostrar compulsivamente autosuficiencia e independencia solieron recibir críticas y castigos por mostrar sus emociones o necesidades afectivas. Estos tres grupos de personas, posteriormente "reproducirían" relaciones similares y reaccionarían a la pérdida con un intenso sentimiento de culpa.
Sin embargo la conexión entre el hecho de la perdida, las experiencias infantiles, la predisposición personal, y la respuesta patológica, es vinculada cognitivamente según Bowlby (1980).